Todavía no sabemos cuales son las condiciones mínimas necesarias para la presencia de la consciencia.
Los avances de las neurociencias nos está llevando a entender cada vez más lo que hacemos, pensamos y sentimos, donde los procesos cerebrales que responden a funciones específicas como por ejemplo las sensitivas, motoras, e integradoras nos ayudan en el entendimiento de nuestro comportamiento y funcionamiento óptimo. Pero surgen las siguientes preguntas:
¿Conocemos realmente bien la relación entre nuestro cerebro y nuestra mente? ¿Puede reducirse la consciencia a un plano físico de neuronas e impulsos eléctricos?
Estas preguntas nos llevan a mirar con perspectiva y más allá del neurocentrismo que hoy predomina en el mundo, dado que la afirmación que dice que nosotros somos idénticos a nuestro cerebro, o que no somos libres sino completamente predecibles, nos lleva a conclusiones incorrectas.
Hoy por ejemplo todavía no sabemos cuales son las condiciones mínimas necesarias para la presencia de la consciencia, y todavía no hay evidencia empírica de la relación de la consciencia con el cerebro.
Por ejemplo si la consciencia es el correlato de alguna actividad neuronal o estructura neuronal que fuese suficiente para su presencia, no sabríamos de por sí, si la consciencia es igual a esa estructura.
Por lo tanto enunciar que la mente es igual a la consciencia, y que eso es igual a determinados procesos neuronales, es una afirmación filosófica y no científica.
En conclusión necesitamos de culturas con mucha ciencia (brain friendly) que nos iluminan día a día, pero también de muchas humanidades, y pensamiento reflexivo y crítico que también nos iluminan día a día.
La filosofía sin ciencia no tiene contenido, y la ciencia sin filosofía es ciega.
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