Mirar al futuro, consciente e inconscientemente, es una función central de nuestro cerebro.

Mirar al futuro, consciente e inconscientemente, es una función central de nuestro cerebro, como ha descubierto la ciencia en los últimos años, algo atrasados porque en el siglo XX la mayoría de los investigadores supusieron que somos prisioneros del pasado y el presente.
Pero cada vez está más claro que la mente apunta principalmente al futuro, y no es impulsada por el pasado. El comportamiento, la memoria y la percepción no pueden ser entendidos sin apreciar el papel central de la prospección. No aprendemos almacenando registros estáticos, sino retocando continuamente los recuerdos e imaginando posibilidades futuras. Nuestro cerebro no ve el mundo procesando cada pixel en una escena, sino enfocándose en lo inesperado, y nuestras emociones reaccionan menos al presente de lo que guían hacia una conducta futura.
Las emociones positivas como la esperanza y el optimismo pasan a ser claves en nuestra determinación del presente.
“Esperanza es aquello dentro de nosotros que a pesar de que todas las evidencias están en contra, insiste en que algo mejor nos aguarda, si es que tenemos el coraje para alcanzarlo, para trabajar y luchar por ello” Barack Obama”.

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