Nuestras expectativas y creencias afectan la manera en la que percibimos el mundo.
Cada experiencia nos hace únicos y nos hace ver el mundo de una manera específica.
Las opiniones que están basadas en creencias son extremadamente resistentes a las evidencias cuando son opuestas a ellas, es decir, no se llevan muy bien cuando no coinciden.
Hay muchos mecanismos psicológicos, emocionales y cognitivos involucrados en la resistencia al cambio de visión.
Cuando escuchamos cuidadosamente y ponemos atención en los matices de nuestros pensamientos y el del resto, las creencias se hacen menos radicales y nuestro pensamiento se abre a nuevas opciones y visiones. Cuando vemos la complejidad del problema es mas fácil reconocer los gaps en nuestro pensamiento.
Como menciona Adam Grant en su último libro Think Again: The Power of Knowing What You Don’t Know” el camino no sería intentar cambiar el pensamiento de las personas, sino en ayudarlos a encontrar su propia motivación para el cambio.
Con la propia motivación, las personas comienzan a abrazar nuevas ideas, nuevas maneras, nuevos pensamientos, incorporar evidencias, y por lo tanto a tener nuevas perspectivas.